9 Mitos Y Verdades Sobre Algunos Productos Que Usas Todos Los Días

Desde que somos pequeños estamos rodeados de miles de advertencias con respecto a muchas cosas de uso cotidiano, “no uses…”, “no comas…”, “no toques…” y todo porque algo malo podía pasar.

Hoy en día muchas siguen siendo parte de la crianza y costumbres de los niños y se mantienen a lo largo de su crecimiento, pero ¿qué tan veraces son esas advertencias?, en aras de revelar la verdad hoy hablaremos de algunos mitos y verdades.

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Al parecer hay algunas cosas por las que debemos dejar de preocuparnos tanto o al menos solo un poco.

 

El mito: los edulcorantes artificiales, sobre todo el aspartamo, provocan cáncer.

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La verdad: nuestros cuerpos descomponen el aspartamo en varios compuestos químicos, entre ellos el formaldehído que es, sin duda, un carcinógeno. Sin embargo, nuestros cuerpos se deshacen de él tan rápido que no llega a hacernos daño. A menos que tengas fenilcetonuria -una extraña pero sería condición en la que tu cuerpo no es capaz de descomponer ciertos aminoácidos encontrados en el aspartamo-, comer o beber este endulzante no es peligroso.

La cruda realidad: sí, es verdad que los edulcorantes alteran la forma en que nuestro intestino funciona, ya que activan sus receptores del gusto haciéndole pensar que el sistema está por absorber azúcar, cosa que no ocurre. Con esto es con lo que se ha especulado, que confunden al cuerpo y eso podría traer consecuencias, pero en ningún caso fatales.

 

El mito: usar desodorante provoca cáncer de mama.

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La verdad: el cáncer de mama es multifactorial, es decir, está causado por diversos factores. Esto significa que una sola cosa no puede ser responsable de que alguien padezca este tipo de cáncer. Pero, ¿es el desodorante uno de estos factores? Después de más de una década de investigaciones, no hay evidencias concluyentes.

La cruda realidad: los investigadores reconocen que es difícil encontrar un sujeto de estudio que jamás haya usado desodorante, pero indican que es mejor mantenerse al tanto de las cosas que sí se sabe concluyentemente que reducen las probabilidades de padecer cáncer, como una dieta equilibrada, ejercicio regular y moderar el consumo de tabaco y alcohol.

 

El mito: el glutamato sódico causa dolores de cabeza.

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La verdad: un tema que lleva fascinando a muchos investigadores desde hace décadas. El GMS es muy usado en la cocina asiática como potenciador del sabor, y nunca ha podido ser relacionado concluyentemente con padecer dolores de cabeza.

La cruda realidad: aunque la investigación no ha encontrado ningún vínculo concluyente entre el GMS y los dolores de cabeza, algunas personas reportan que sus migrañas son provocadas por el consumo de glutamato mono sódico. Eso puede ser debido a que cada individuo puede tener su propio cuadro clínico, sin haber descubierto aún la causa que lo provoca.

 

El mito: el café provoca cáncer.

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La verdad: por cada estudio que habla contra el café, se publica uno que describe sus virtudes. Recientemente la escala se ha inclinado hacia sus beneficios. De hecho, a principios de este año, el gobierno de EE. UU., en sus pautas dietéticas oficiales, declaró que mientras la cuota diaria estuviese por debajo de los 400 mg -el equivalente a unas 4 tazas de café-, los beneficios superarían a los males, siempre que no se tome hirviendo. Más tarde, la Organización Mundial de la Salud revirtió su postura sobre el posible vínculo del café con el cáncer.

La cruda realidad: sin embargo, es cierto que el café provoca dependencia y adicción, por lo que a veces comenzamos a tomar café desmesuradamente para alcanzar el mismo estado de energía que antes obteníamos con una sola taza.

 

El mito: si no haces algo para tratar una inflamación, esto podría conducir a una enfermedad crónica.

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La verdad: la inflamación es un proceso natural de nuestro cuerpo para protegernos. Por ejemplo, la inflamación de las mucosas durante un resfriado es una de las formas en que nuestro cuerpo trata de deshacerse del virus o bacteria que lo haya generado. Así que la inflamación en sí no es necesariamente algo malo, aunque nos haga sentir mal. Así pues, el problema aquí es que no queda del todo claro de qué hablamos cuando decimos “inflamación”. Cuando los investigadores estudian la inflamación, normalmente están estudiando partes del cuerpo que producen este efecto como una respuesta inmunológica, como las citoquinas o la proteína C-reactiva.

Cuando sentimos una inflamación, como por ejemplo en la fascitis plantar, que causa dolor en el pie, o la enfermedad de Crohn, que causa dolor estomacal, ambos tipos de inflamaciones son síntomas, no diagnósticos propios. Por tanto, reducir la inflamación no solucionará el problema real.

La cruda realidad: los investigadores han rastreado un buen número de problemas relacionados con inflamación. Eso incluye la depresión, el síndrome premenstrual e incluso las resacas. Pero eso no quiere decir que el tratamiento para paliar la inflamación sea la clave para resolver estos problemas, o que sean una opción viable.

 

El mito: la sensibilidad al gluten es la raíz de la depresión, la ansiedad, indigestión, etc.

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La verdad: a menos que seamos celíacos, el gluten no va a provocarnos problemas. Aunque existe evidencia de que algunas personas pueden ser particularmente sensibles al gluten -más allá de sufrir una alergia-, los investigadores han descubierto que es más probable que el culpable sea algo llamado FODMAPs -en español, carbohidratos fermentables de cadena corta-, que se encuentran en todas las comidas ricas en gluten como la pasta, el pan y la cerveza.

La cruda realidad: no deberíamos suprimir el gluten de nuestra dieta sin consultar con el médico previamente. Para empezar, si se deja de tomar gluten antes de ser diagnosticado como celíaco, las pruebas no serán concluyentes y la persona tendría que tomarlos de nuevo. Los investigadores creen que quienes se sienten mejoría después de dejar el gluten, están respondiendo favorablemente a la supresión de otros compuestos como FODMAPs, conservantes, azúcares añadidos, etc.

 

El mito: el pH de nuestros cuerpos está fuera de control, por lo cual comer y beber más cosas alcalinas nos curará de prácticamente todo.

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La verdad: el pH del cuerpo es un sistema finamente calibrado. De hecho, las diferentes partes del cuerpo necesitan mantenerse con diferentes niveles de pH con el fin de funcionar. Además de eso, no hay nada que podamos comer o beber que cambie realmente el pH de nuestro cuerpo.

La cruda realidad: es cierto que la gente que sigue una dieta “alcalina” acaba sintiéndose mejor, pero eso es probablemente porque las dietas “alcalinas” son ricas en frutas y vegetales. Así que estos alimentos son buenos para nosotros, pero no porque estén alcalinizándonos.

 

El mito: los campos electromagnéticos, así como aquellos generados por nuestro teléfono móvil, provocan cáncer

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La verdad: hoy en día no existen evidencias concluyentes que ratifiquen que los teléfonos móviles provoquen cáncer. Es más, de acuerdo con el National Cancer Institute, la frecuencia producida por los teléfonos no lleva a la destrucción de ADN responsable del cáncer.

La cruda realidad: aunque nos gustaría decir que este punto llega hasta aquí, existe controversia. La Organización Mundial de la Salud recientemente calificó los campos electromagnéticos de los teléfonos móviles como “posiblemente cancerígenos“, pero eso no significa que tengamos que dejar de usar nuestro teléfono. Esa clasificación incluye otros compuestos como el ácido cafeico, que está en el café, al cual ha sido declarado como ‘fuera de riesgo’, por lo que no es tan terrible como suena.

Aunque no podemos probar que hay riesgo cero, en algún punto el riesgo se vuelve demasiado pequeño como para ser importante. Es más probable que mueras porque no tuviste acceso a un teléfono móvil, que por la radiación que este emite“, concluye el investigador Steven Novell

 

El mito: hay toxinas en todas partes y hay que deshacerse de ellas.

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La verdad: en primer lugar hay que decir que una toxina es cualquier sustancia dañina para los seres humanos, ya sea sintética u orgánica. Sin embargo, lo que se nos suele olvidar es que es tan importante la dosis, como la propia sustancia.

Muchas cosas que pueden ser consideradas tóxicas se encuentran en nuestra comida, el ambiente y nuestros cuerpos en niveles menores. Hay reportes de regaliz resultando tóxico cuando es consumido en grandes cantidades. Incluso la vitamina A, que es algo que necesitas, puede hacerte sentir terrible si la tomas en dosis muy altas.

Otros compuestos (como la oxicodona) pueden ser usados como drogas médicas sin ningún problema, pero son extremadamente dañinos dependiendo de la dosis. Además, cosas no tóxicas (como el jugo de uva, por ejemplo) puede interactuar mal con otros compuestos y causar un efecto tóxico.

La cruda realidad: es importante preocuparse por lo que estamos consumiendo, pero estresarse por aquello que es tóxico o tiene toxinas es muy poco productivo. Además, el cuerpo es bastante bueno cuando se trata de deshacerse de ellas.

Puedes comenzar a ver las cosas de un modo diferente y quizás relajarte un poco.

 

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