Hace un par de años que hemos estado viendo una masificación de fundaciones que se preocupan en los rescate y cuidados de animales vulnerados y en situación de calle. Una gran labor donde el amor por los animales y compasión por ellos es el motor propulsor.
Esos mismos sentimientos son los que movieron al pequeño Jason Lindeldoff, un niño de 7 años con síndrome de Down que vive en una granja en Utah, Estados Unidos.
Todo comenzó cuando en la granja administrada por Roger, padre de Jason, vieron que algo extraño ocurría con uno de los ejemplares vacunos. Roger, de inmediato unió cabos sueltos y se percató que la pequeña vaca tenía síndrome de Down, igual que su hijo. Los trabajadores de la granja decidieron sacrificar al bobino.
Al enterarse, Jason suplicó a su padre que hiciera algo, puesto esa pequeña vaca era su mejor amiga.
Recordemos que el Síndrome de Down es un transtorno genético que es causado por una copia extra del cromosoma 21 (quienes lo padecen, poseen 47 en lugar de 46). Esto es lo que les causa problemas en el desarrollo físico y cerebral, lo que les hace diferentes.
Al ver la tristeza de su hijo, Roger decidió comprar el animal y llevarlo a casa. Construyó un pequeño establo para recibir al bobino, y comenzó una investigación sobre esta rara condición congénita en animales, ya que hasta ese momento había un desconocimiento que esta enfermedad afectara también a animales.
En ese momento se dio cuenta que no había ninguna fundación que acogiera y/o cuidara de estos animales, y así fue como nació Fundación para Animales con Síndrome de Down (DAF en inglés) el cual se convirtió en un refugio para cuidar de estos animales.
Pronto, este pequeño proyecto comenzó a crecer y recibir apoyo tanto material como económico. Así es como hoy en día zoológicos envían animales al refugio y cientos de familias visitan el lugar para interactuar con los animales.
Sin duda, esto nos enseña de el amor, aceptación y cuidado por quienes son diferentes.
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