La belleza es sin duda un regalo y una carga. Eso podría ser lo que le pasó a la primera supermodelo, la que fue olvidada bajo una lápida sin nombre.
Audrey Munson fue descubierta solo a los 15 años mientras paseaba por las calles de Brooklyn. Sus finos rasgos, su bella cara y anatomía de diosa griega o romana la convirtieron en la mujer más deseada a fines de 1800 e inicios de 1900.
Escultores, pintores y artistas luchaban por tenerla como musa en sus obras y poder plasmar su figura al desnudo. Así se convirtió en parte del patrimonio neoyorkino, con su imagen en la estatua del monumento Maine, diosa romana de la abundancia de la fuente Pulitzer y su rostro fue plasmado en ménsulas, frontones, monedas, carteles, folletos y postales.
Audrey no solo fue una musa inspiradora, sino que también actuó en varias obras de teatro, además de varios largometrajes que fueron éxito en la época. Fue también en el mundo del cine, donde se convirtió en la primera mujer en aparecer desnuda en pantalla, en una película no erótica.
Su éxito fue tan grande que llegó a ser llamada “Miss Manhattan”, convirtiéndose en la primera supermodelo del mundo, llenándose de dinero, reconocimiento, fama y éxito. Pero de un día para otro, su carrera su estancada, su éxito se convirtió en desgracia y su vida borrada de la sociedad.
En 1919, Su carrera se derrumbó frente a sus ojos. El gran empresario Edward Franklin Albee II, conocido como “el pulpo” fue quien se encargó de mandar el éxito de la modelo a pique. El empresario deseaba a la supermodelo, por lo que entró a su camarín con el objetivo de complacer sus deseos pasionales, a lo que la actriz se negó y le echó del lugar. Él la amenazó de no volver a actuar en ningún espectáculo de la ciudad y de destruir su carrera. Y así fue. Al día siguiente su espectáculo fue retirado del teatro, y en su lugar puso a otra actriz de protagonista.
Pero no solo eso terminó enterrando la carrera de la modelo. Audrey fue involucrada en un asesinato. El doctor Walter Keene Wilkins quien asistía continuamente a los espectáculos de la actriz, decidió asesinar a su esposa obsesionado con la modelo con la que quería casarse.
Así pasó del triunfo y éxito al fracaso absoluto, lo que provocó en Audrey daños psicológicos irreparables. En 1922 intentó suicidarse, tomando una sobredosis de pastillas de biocloruro. Luego de ese episodio fue trasladada al pueblo de México en Nueva York, donde fue encerrada en una granja hasta que en 1930 su madre la internó en un manicomio con solo 39 años.
En ese manicomio estuvo recluida hasta su muerte en 1996, a los 104 años, sin recibir visitas y enterrada en una lápida sin nombre para no volver a ser recordada, condenándola al olvido.
La vida de Audrey Munson volvió a ser resucitada por medio del escritor y periodista James Bone, quien desempolvó su historia y la plasmó en un libro llamado “La Maldición De La Belleza” recuperando la glamurosa y funesta vida de la modelo y actriz, la cual terminó hecha añicos.
¿Qué te ha parecido esta nota? Comparte con tus amigos.