Se estima que de cada mil niños uno nace con Síndrome de Dowm, y no es una enfermedad como suele escucharse sino, una alteración genética que se produce en la concepción.
Rosita sabía muy bien acerca de este tema, ya que había trabajado como maestra de una escuela especial 11 de Río Negro, Argentina. Y fue allí donde conoció a Pablo Liberini, un joven con síndrome y que a sus 52 años la convertiría en madre adoptiva.
Además de compartir en la escuela ambos compartieron también en un taller de floricultura, donde se trabaja en herramientas de inclusión en el mundo laboral, ese vínculo fue creciendo, haciendo que también Rosita conociera a Sara, la mamá de Pablo.
En una entrevista señalo que:
“La relación creció tanto que compartimos muchos cumpleaños, momentos felices, veranos en Playas Doradas. Cuando mi hija cumplió los 15, el primero que bailó el vals con ella fue Pablo”.
Tan fuerte era el vínculo que, aún cuando sus padres vivían, Pablo les dijo que, si a ellos les pasaba algo, el quería vivir con su maestra.
Y así sucedió, cuando Sara falleció, su padre muy anciano, preocupado porque en un futuro su hijo pudiera terminar en una institución, les dejó la tutela a Rosita y su marido, unos meses más tarde, el también falleció.
Hoy Pablo tiene 40 años y vive con la familia de Rosita en Sierra Grande. Ayuda a cocinar, a hacer pastas, cultivar y pintar. Además con Rosita, tienen un proyecto de construir baldosas hasta lograr construir toda su vereda.
El siempre recuerda a sus padres y los acompaña en cada rincón de su hogar, pero también esta agradecido de haberse encontrado con estos corazones dispuestos a abrirse para dar amor y recibirlo.
