Sin duda, muchos de nosotros hemos leído o visto la película Alicia en el País de la Maravillas, el cuento infantil que verdaderamente de infantil tiene muy poco. Este libro es más bien un grito de perversión y depravación que encierra Lewis Carroll bajo un mundo de fantasía y aventuras donde todo es al revés y nada tiene sentido.
La edición blanca de Cátedra de Alicia a Través Del Espejo tiene entre sus hojas ilustraciones y fotografías de niñas pequeñas en oscuros parajes, rodeadas de animales fantásticos y flores rojas que ya nos da un acertijo que no es precisamente un libro para niños, sino que un secreto oculto del resto.
Las aventuras escritas por el matemático y lógico británico Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll era una carta para su eterno amor, quien no era más que una pequeña niña llamada Alicia Liddell, la hija de unos amigos con quien solía pasar el tiempo libre que le quedaba después de dar clases magistrales de matemáticas y lógica en la universidad, o después que caminaba en solitario por las calles oscuras de Oxford.
Pero no solo Alicia era la musa de su poesía e historias fantásticas, sino que igualmente habrían otras niñas, a las que le encantaba fotografiar y a las que le escribía un sin número de cartas de amor, las que brotaban en su desconcertante y perversa mente llena de números que explotaban y amores imposibles ante la vista de la sociedad adulta que lo catalogaba como uno de los poseedores con una capacidad intelectual increíble y un coeficiente superior al resto de los humanos, pero que al mismo tiempo poseía una facilidad para establecer grandes vínculos con el mundo infantil, y sobretodo con las niñas.
Su relación con las menores, que aparentemente nunca fueron más allá de fotografías en lugares oscuros y siniestros, y uno que otro cuento e historias dedicadas, siempre suscitó todo tipo de incertidumbres y comentarios.
Dentro de los análisis a las cartas que el escritor-matemático le regalaba a las niñas, se descubrió su peligrosa pasión, la cual lo alejó de su principal musa, Alicia, ya que sus padres le prohibieron mantener el contacto con la niña.
El autor que fue catalogado como el primer Humbert Humbert por el mismo Vladimir Nabokov (autor de Lolita), es en cierto sentido gracias a su enamoramiento hacia la menor, con la que se obsesionó hasta tal punto de pedirle matrimonio en cierta oportunidad.
Además, toda clase de comentario y habladuría se comprobó en el momento que Carroll comienza a ser conocido como el eterno soltero de Oxford.
“Es un secreto desconocido para las almas frías y crueles,
aunque arriba lo cantan los ángeles,
con las notas claras para los oídos que oyen.
¡Y el nombre del secreto es Amor!
Creo que es Amor.
Siento que es Amor.
¡Sé que no es nada más que Amor!”
Estos versos sentidos y reveladores escritos por Carrol pertenecen al poema “Una canción de amor”, las cuales fueron traducidas y editadas por Raquel Lanseros y publicadas por la editorial Valparaíso en España.
Este poema, como en muchos otros se puede ver su fascinación por lo oculto. Un secreto detrás de un mundo lleno de alegría y fantasía, la cual esconde el real tormento que lo aqueja: la imposibilidad de amar a quien amaba o la imposibilidad de gritar su amor por las niñas a los cuatro vientos.
Pero lo cierto es que su libro fue su grito real, la cual se ha convertido en una de las obras literarias infantiles más importantes: “Alicia en el país de las Maravillas”, la cual es una declaración de amor al mundo.
Las aventuras de la pequeña soñadora y distraída Alicia que decide seguir al conejo vestido de humano quien sabe ver la hora en un reloj de bolsillo, llevándola a un mundo donde todo esta al revés, donde todo es demencial y carente de lógica racional es el mundo perfecto para que no sea mal visto el hecho que un hombre adulto se enamore de una pequeña niña.
De hecho, en todos y cada uno de sus poemas pueden verse repetir las palabras verano, hadas y soledad. Lo cual tiñe el universo oscuro del autor con belleza y luz, donde declara su vida, cuyo manuscrito fue regalado a la pequeña Alicia con la esperanza que ella pudiera descifrar sus palabras y entender el significado de estas.
“La vida, ¿qué es sino un sueño?” menciona el matemático en uno de sus poemas, donde refleja su deseo que sus sueños perversos y carentes de lógica se volvieran realidad y que su vida cobrara sentido, como en el complejo mundo fantástico ideado para Alicia y para él, oculto para el resto de los adultos, ya que en el país donde todo sucede, donde los gatos hablan, las orugas fuman y las reinas tiñen todo de sangre, ¿cómo no podrían ser posible una relación sentimental entre una niña y su adulto amante?
Para Carroll la locura no existía, la imaginación era más grande que el infinito y la galaxia juntas, por ello inventó mundos en los que sus deseos no fueran un pecado, lo cual cerró bajo las llaves de la escritura para solo los más avezados fueran capaces de descifrarlas.
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