Michelle McGagh, trabajó por 10 años como periodista financiera, luchando con sus gastos para poder llegar a fin de mes con al menos un par de centavos. Pensó que era incongruente aconsejar a las personas sobre cómo ahorrar cuando ella no podía ajustar sus gastos, comprando cosas que no necesitaba, lo que finalmente la dejaba casi sin nada a fines de mes.
Así que decidió hacer un experimento que consistía en estar un año comprando solo lo que necesitaba para vivir. Sus necesidades era muy pocas: vestía lo que había en su armario, andaba en bicicleta, comía solo comida casera. Al final de este experimento se dio cuenta de que había ahorrado 23 mil dólares. ¡No lo podía creer!
Me di cuenta de que gastaba mucho dinero para cosas que no eran tan indispensables: ir a los bares, comprar ropa bonita, café para llevar, entre otras. Al mismo tiempo, tenía una hipoteca y otros gastos pesados.
Estaba involucrada en un consumismo eterno, le creía a la publicidad y me parecía que solo gastando dinero podía ser más feliz. Me cansé de que el dinero no me rindiera para nada. Entonces decidí cambiar mi vida y mis viejas costumbres, dejando por un año todo, menos lo más indispensable.
Los gastos que conservé:
- Hipoteca, servicios públicos, seguro de salud, ayuda a la familia, obras de caridad, Internet y teléfono móvil. Esto me costaba menos de 2 mil dólares al mes.
- Los productos cosméticos de primera necesidad: champú, pasta dental, desodorante, etc. Detergentes para el hogar. Gastos en alimentos necesarios para la preparación de alimentos. A todo esto le destinábamos 35 humildes dólares a la semana.
Me abstuve de lo siguiente:
- Entretenimiento y diversiones: ir al cine, a los restaurantes, comprar comida para llevar, café en cafeterías, viajes de vacaciones. Cualquier tipo de golosinas de supermercado.
- Gastos en el gimnasio.
- Ropa nueva, perfume, cosméticos decorativos, corte de cabello con un estilista.
- Gastos en transporte: taxi, boletos de autobús, metro, etc.
En vez de eso comencé a:
- Ir a todos lados en bicicleta: al trabajo, a los encuentros sociales o incluso fuera de la ciudad.
- Hacer días de campo en parques, viajar con una tienda de campaña, buscar exhibiciones y conciertos gratuitos.
- Comer comida casera, evitando incluso los chocolates.
- Entrenarme en casa (aunque andar cada día en bicicleta me sustituía la mayor parte de los entrenamientos).
Durante este año aprendí a gastar dinero en comida de manera más eficiente: planeo con anticipación mis comidas y cenas, incluso aprendí a hornear. Si antes no sabía cocinar, ahora me manejo bastante bien. El más feliz con esto es mi marido.
No fue nada de fácil. Incluso en los primeros meses cuando intentaba vivir como antes pero sin dinero. A veces quería dejarlo todo e ir de compras, embriagarme en un bar o simplemente comprar un boleto de autobús para no tener que usar bicicleta en un día de invierno.
Pero entendí una cosa importante: para empezar a sentir placer o divertirse, no es necesario sacar la billetera en cada momento.
- Visité muchos conciertos y festivales gratuitos, estudié todos los parques alrededor, participé en un montón de eventos deportivos. Visité exhibiciones como nunca.
- De vacaciones, mi marido y yo viajamos en bicicleta por la costa de Suffolk y Norfolk y dormimos en una tienda de campaña. Si no fuera por este experimento, jamás me hubiera decidido a hacerlo. Ahora no puedo esperar a repetirlo.
Hubo otras desventajas, claro. Me hacían falta nuevas comedias y blockbusters en el cine y reuniones con mis amigos en una cafetería. Sin el estilista, mi peinado era un caos. También hubo momentos incómodos cuando nos invitaban a algún lugar y llegábamos con las manos vacías: no nos permitíamos comprar una botella de vino. Pero, en agradecimiento por comidas y cenas, les lavaba todos los platos sucios a mis amigos.
5 Cosas que de verdad me hacían falta:
- Curry auténtico. Aprendí a cocinar, pero mi curry está lejos de ser perfecto.
- Flores vivas. Me di cuenta cuánta falta me hacían las flores cuando mis amigos me enviaron ramos de flores para mi cumpleaños. Las adoro.
- Crema humectante. No la había incluido en la lista de las cosas indispensables y fue un gran error: mi cara sufrió daños por el viento.
- Perfume. Me hubiera sentido más cómoda con perfume. Porque tenía que usar tenis todo el tiempo por andar en bicicleta.
- El autobús de verdad me hubiera ayudado mucho en los días lluviosos y con viento fuerte, especialmente antes de las reuniones importantes donde debía estar presentable.
En un año logré lo que parecía imposible: ahorré 23 mil dólares y pagué una gran parte de mi hipoteca. Y es una felicidad increíble porque antes pensaba que tendría que cargar con esa deuda durante otros 25 años. Claro que ya no ahorraré de forma tan extrema, pero ahora sé que soy capaz de decirle no a muchas cosas.
El año pasado me solían decir: “Apuesto que extrañas mucho ir de compras. En realidad, no. Me di cuenta de que no necesitaba cosas a la moda, en las que gastaba dinero antes. Un pantalón de mezclilla bueno, un poco de perfume, un corte de cabello son todo lo que necesito.
Y en cuanto a mi experimento se acabó, no fui corriendo por las tiendas. Invité a mis amigos y a mi familia a un bar a beber cerveza para agradecerles su apoyo y compré un boleto de avión a Irlanda donde vive mi abuela.
La enseñanza que me dejó este experimento es que me di el tiempo de vivir nuevas aventuras, de conocer gente nueva. Aprendí a decirle “sí” a todo lo nuevo y descubrí que necesitaba mucho menos para ser feliz.
¿Te atreverías a hacer este experimento?