Se comportan como madres y padres tiernos con sus bebés. Los cuidan, visten, peinan y pasean. Incluso los acunan y cantan con cariño para que duerman, pero algo les distingue del resto. Sus bebés son ficticios. Cuestan entre 400 y 3.000 euros y son tan reales que casi dan miedo. Los bebé reborn, o muñecos hiperrealistas con apariencia de recién nacido, en teoría son un simple entretenimiento. Sin embargo, es difícil trazar una línea entre la sana diversión, el juego terapéutico, el simple coleccionismo o la dulce locura, cuando se habla de estos muñecos y sus “madres y padres adoptivos”. Y es que el comportamiento de estos últimos es, cuanto menos, insólito.
Aunque algunos artistas reciclan muñecos normales a los que dotan de realismo gracias a la pintura (modelos económicos llamados newborn), existen fabricantes que cuidan todo el proceso al detalle (modelos premium llamados reborn).
Los bebes son diseñados fielmente como un auténtico recién nacido. No sólo por su apariencia externa, sino también por su mecánica interna rellena de microesferas de vidrio para imitar el peso, consistencia, textura y delicados movimientos de un bebé en reposo.
Por fuera, se moldea el látex o el vinilo a semejanza de un bebé que acaba de nacer. Después, los artistas del pincel aplican entre 15 y 30 capas de pintura para imitar el color, las venas, enrojecimiento y eritemas de su piel.
Finalmente se instalan los ojos de cristal y una delicada cabellera introducida pelo a pelo. De igual forma se colocan las pestañas, cejas y lágrimas. Como colofón final, los muñecos más caros incluyen mecanismos que imitan la respiración o el latido del corazón.
Algunos modelos son tan reales que en Julio de 2008, un policía en Queensland, Australia, rompió la ventana de un coche para rescatar lo que creía que era un bebé inconsciente. El policía declaró que el muñeco parecía increíblemente real y que los transeúntes se asustaron pensando que se trataba de un neo nato de verdad.
Lo que hace a los muñecos reborn distintos a cualquier baby fever, no es solo su apariencia, sino el comportamiento de muchos de sus dueños. No son compradores, ni siquiera coleccionistas. La comunidad de reboners, como así se llaman, hablan de adopción. La acogida de un reborn se hace normalmente por encargo, a gusto del cliente que selecciona la edad, complexión, raza y apariencia del recién nacido.
Las empresas fabricantes, sabedoras de los gustos de sus compradores, presentan al muñeco con un certificado de adopción, vestido y envuelto en ropa de bebé. Por supuesto el tratamiento es de “nuevos papas y tu nuevo hijo”, en una ceremonia de entrega algo inquietante.
Tras la recepción del “neonato” los padres vuelven a casa, les presentan a sus hermanos (otros reboners, si es que los tienen), les asignan un espacio y hasta les enseñan la casa.
La relación y en vínculo entre el reborn y su “madre o padre adoptivo” es muy profunda. Tanto que les compran todo tipo de accesorios reales como sillas de bebe, mecedoras, cochecitos, juguetes, cunas, etc. Algunos incluso fabrican leche artificial a base de agua y harina para poder imitar el aspecto de una toma de biberón normal.
Es cierto que los reboners tratan a los bebés como si fueran de verdad, pero la mayoría sabe que son simples muñecos. Es una fantasía controlada, a menos que se te vaya de las manos. Según comentan los fabricantes, casi el 20% de los clientes son madres que han perdido a sus hijos recién nacidos, bien por muerte súbita, accidente o durante el parto.
Otros compradores son madres que no pueden tener hijos, deprimidas o afectadas por el síndrome del nido vacío. También los hay que los encargan para realizar terapia con familiares afectados de alzehimer o demencia. El resto, un 50 % aproximadamente, son simples coleccionistas de juguetes, fascinados por el realismo de estos muñecos a los que consideran obras de arte.
Una parte importante de los compradores, en su mayoría mujeres, experimentan un alivio terapéutico, gracias al cuidado de estos muñecos realistas. Puede resultar insólito, polémico y extraño, pero al parecer es también más eficaz, inocuo e inofensivo que los medicamentos. Eso sí, como todo tratamiento terapéutico debe realizarse con el objetivo final de superar la pérdida, no de quedar atrapado en una fantasía.
Cada caso es un mundo y cada persona experimenta la pérdida de una forma distinta. Perder a un hijo, o no poder tener uno, debe ser un golpe devastador y los recovecos de la psique un extraño laberinto.
Ver a un adulto encontrando consuelo psicológico jugando con muñecos nos causa rechazo, a pesar de que lo que veamos a diario en los niños que juegan a papás y mamás.
Tal vez sea porque desde la adolescencia comenzamos a negativizar el juego y los juguetes pasan a ser solo “cosas de niños”, denostando esta actividad catártica como impropia de la madurez.
Sin embargo, los resultados obtenidos con los pacientes bien podrían ser motivo suficiente para replantearnos su utilidad y recuperar sus beneficios saludables.
Sea cual sea tu opinión es imposible negar que los reborn y sus “madre y padres adoptivos” causan revuelo allá donde van. Algunos reboners confiesan que sus vecinos los han tratado de locos cuando les han visto pasear un muñeco por la calle. Poco a poco, la situación se normaliza y la gente vence su timidez para acercarse y preguntar con curiosidad. Otros dicen que es una fantasía que deben vivir en la absoluta intimidad, pues su familiares directos se avergüenzan de ellos.
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