La naturaleza funciona de manera repentina y a veces nos pilla desprevenidos, causando estragos que no esperamos. Es en las catástrofes donde las personas sacan su peor lado y a la vez la mejor parte. Como decía Aristóteles, “en las adversidades sale a la luz la virtud”. Las catástrofes naturales, como el terremoto ocurrido en Nepal destruyó muchas vidas, sacudió la tierra, pero afortunadamente también movilizó muchos corazones.
Pareciera que cuando uno vive una situación de vulnerabilidad, cualquier barrera social cae y salen a la luz la vida y la solidaridad. Tal es el caso de Ishwor Ghimire, un joven de 19 años que rescató a 55 huérfanos durante su visita al hogar de mujeres y niños de Katmandú.
El temblor de 7.8 puntos en la escala Richter hizo que las construcciones en Nepal colapsaran o se movieran desde los cimientos. Como sucedió con muchos edificios y templos de Katmandú, el edificio donde estaba este hogar que corría un riesgo de colapso durante y después del terremoto.
Ghimire, en un acto de coraje, ayudó a evacuarlo. Tras la evacuación, construyeron (junto a la operadora del hogar Mother Rajan) una carpa de plástico como cobijo temporario.
Los niños aún sienten frío y necesitan de un nuevo hogar. Ghimire, si bien es nepalí, actualmente se encuentra estudiando en el Pulteney Grammar School en Adelaide, Australia gracias a una beca. Dicha institución está acompañando a Mother Rajan en esta ardua tarea de reconstruir el hogar, satisfaciendo las necesidades básicas de los niños que actualmente se encuentran durmiendo en la intemperie, tal como muestran las imágenes, protegidos solamente por una lona de plástico.
(Fuente: HuffPost)
A pesar de haber sido una catástrofe tan devastadora, el corazón del ser humano es más fuerte y cuando el servicio y la solidaridad se unen, se logra formar una fuerza que hace reconstruir edificios, ciudades, la moral y sobretodo corazones.
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