Hay cosas difíciles de entender que suceden en diferentes culturas y lugares del mundo. Hay quienes viven totalmente alejados de la tecnología y sus rituales distan mucho de lo que nosotros denominamos “normal”. En la ribera del río Amazonas existen alrededor de 200 grupos de indígenas que tienen un estilo de vida nómada y sus normas respecto a los recién nacidos con deficiencia o malformación son estremecedoras.
Cuando nace algún bebé con malformaciones o deficiencia lo entierran vivo, así como los huérfanos o los enfermos de gravedad. Las tribus consideran que los pequeños son grandes cargas para su supervivencia ya que el escaso reparto de víveres en la jungla es imparcial y además exigen muchos cuidados.
Son contados los niños que han sobrevivido a esta horrible práctica, una de esas afortunadas fue Hakani (significa sonrisa), una pequeña indígena que fue desenterrada de las garras de la muerte. Sus padres pertenecían a una tribu llamada Suruwaha en el Amazonas, que está en peligro de extinción y ahora lo forman unas 120 personas. La tribu es escasa.
Hakani vivió con sus padres los dos primeros años hasta que se dieron cuenta de que ella no podía hablar ni caminar. Entonces la tribu ejerció presión para que mataran a la pequeña y evitar su carga. Los padres no soportaron la idea de ejecutar a la niña y se suicidaron, dejando a Hakani sola junto con 4 hermanos más.
Bibi es el hermano mayor de Hakani y toda la presión cayó sobre él, quien fue obligado a enterrar viva a su herma en presencia de los ancianos de la tribu. Cuando se entierra a un pequeño, éste muere pasadas unas dos horas, pero al caer la noche el llanto de Hakani seguía presente.
Entonces su abuelo, desesperado, fue a desenterrarla con la intensión de quitarle la vida con un arco. Los nervios y la oscuridad lo traicionaron y falló, hiriéndole en el hombro y provocando un llanto aún más fuerte. Entonces no aguantó más la presión y se suicidó con el veneno de sus flechas.
Al no haber sido capaces de eliminarla, todos fueron desterrados de la tribu. Entonces llegó el mayor infierno en el Amazonas, sobre todo para la pequeña Hakani. Deambularon sobreviviendo a base de hojas y raíces, agua de la lluvia e insectos. Lo peor es que Hakani sufrió el horror de los abusos físicos y sexuales por parte de sus propios hermanos.
A los 5 años de edad su hermano mayor, Bibi, decidió donarla a una pareja de misioneros que se toparon en la selva, explicándoles toda lo sucedido. La niña tan sólo medía 69cm y pesaba 7 kilos, estaba desnutrida y no presentaba emociones, solamente mucho miedo acompañado de llanto cada vez alguien la tocada.
Los misioneros la llevaron a un hospital donde recibió atención médica y recuperó su salud. Ahora Hakani vive feliz con los Suzuki, su familia adoptiva. Su horrible historia y la de otros pequeños se han dado a conocer y se ha logrado crear una ley llamada “Ley Muwaji”, donde reconoce a todos los indígenas como ciudadanos del mundo y los hace merecedores de derechos humanos fundamentales.
No se ha logrado encontrar la verdadera solución al infanticidio, ya que no se sabe cómo aplicar una ley como esta sin perturbar el ecosistema de los indígenas en el Amazonas. Mientras no se encuentre la respuesta, esto sigue sucediendo y siguen muriendo niños como Hakani.
(Fuente: Hakani)
La línea entre el resto por las tradiciones de cada tribu y el respeto por los derechos humanos es muy frágil y es ahí donde las autoridades deben saber tratar esos temas para sobretodo salvar la vida de pequeños inocentes. Todos los seres humanos tienen derecho a la vida y no es aceptable que las tradiciones dicten la muerte de las personas, sobre todo de niños indefensos.
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