El agua es un elemento básico para la vida del ser humano y de cualquier otro ser que habita en la tierra, después de todo tres cuartas partes de su superficie están cubiertas de ella. Sin embargo, muchos hablan de que estaría comenzando a haber una escasez de agua y no queremos ni imaginar las consecuencias. Es por eso que las ideas innovadoras del tema parecen muy interesantes. Aprovechando la humedad del aire, el diseñador industrial Kristof Retozar ha creado una extraordinaria botella que es capaz de producir por sí misma 0’5 litros de agua por hora.
El Fontus, como se llama el invento, compite por ganar el premio James Dyson 2016. Un concurso anual convocado por la conocida firma de aspiradores en el que los participantes deben diseñar algo que resuelva un problema.
En un mundo en el que el acceso al agua potable escasea y las sequías se hacen notar, no hay duda de que Kristof ha dado en el clavo.
Aprovechando la diferencia de temperatura entre un extremo y otro, el aparato condensa el agua del ambiente en su interior, lo que poco a poco recarga el nivel de nuestra botella.
La diferencia de temperatura se consigue gracias a un mecanismo electrónico alimentado por una pequeña placa fotovoltaica.
El diseño ha sido ideado originalmente para aprovechar el flujo del aire natural creado al montar en bicicleta, lo que le permite generar 0’5 litros de agua a hora.
En una segunda fase de desarrollo, Kristof ha creado AIRO, otra botella autorecargable para la que no hace falta montar en bicicleta.
Ideada para excursionistas o campistas, la Airo suple el flujo del aire generado por el pedaleo de la bicicleta por un miniventilador.
El ventilador está alimentado por luz solar gracias a una funda con panel fotovoltaico.
La funda, también permite recargar el teléfono móvil y otros dispositivos electrónicos. Para obtener el agua, solo debemos extender nuestra funda al sol y esperar a que la botella se rellene de sola.
(Fuente: Fontus)
El sistema que inspira ambas botellas ya se utilizaba en Asia y America Central hace más de 2000 años. Sin embargo, gracias a la tecnología y los materiales actuales, Kristof ha logrado compactar el invento y producirlo a escala unipersonal. Una maravillosa idea que ojalá se replique y se masifique a todo el mundo.
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