No es extraño saber que un anciano muera solo, al parecer se hace fácil abandonar a un familiar y solo dejar que lentamente espere su muerte, dejándolo tristemente en el olvido, como sin ese destino no nos pudiera pasar a nosotros.
Esta es la historia de un anciano en una pequeña ciudad cercana a Melbourne, Australia, desde ese día que lo registraron se quedo solo y así murió.
Las enfermeras nunca interactuaron con la persona que lo registró, y no hay ninguna evidencia familiar y con quienes encontraron información, ellos nunca le respondieron.
Cuando el personal desocupo su lugar, entre las pocas encontraron una nota que el había escrito, que simplemente llenó de lágrimas sus ojos al leerla.
Esta es la carta:
¿Qué ven, enfermeras? ¿Qué ven cuando me ven?
¿Qué piensan cuando me ven?
Un viejo gruñón, no muy inteligente, con hábitos extraños y la mirada perdida.
Un viejo al que la comida le cae por el borde de los labios y que nunca dice nada.
Y siempre le dicen: “¿No puede intentarlo esta vez?”
Un viejo que parece que no se da cuenta de todo lo que hacen, que siempre pierde algo.
“¿Un calcetín, un zapato?”
Que las deja hacer y deshacer sin poner mucha resistencia.
Que ocupa sus días en largos baños y más largas comidas.
¿Eso piensan?, ¿eso ven?
Pues entonces no me están viendo, enfermeras. ¡Abran los ojos!
Aquí, sentado
haciendo lo que me dicen y comiendo lo que me da
les diré quién soy:
Soy un niño de 10 años, con padre, madre, hermanos, hermanas, una familia que se quiere.
Un chiquillo de 16, con alas en los pies, que sueña con encontrar el amor.
Un novio de 20, con el corazón alegre, recordando todos los votos que ha prometido cumplir.
Soy un esposo de 25, con sus propios hijos, a quienes cría y les da un hogar.
Un hombre de 30 y sus niños crecen rápido, pero con un cariño que va a durar para siempre.
Un padre de 40, de hijos que se han ido a hacer su propia vida, pero aquí me acompaña mi mujer y gracias a ella no entristezco.
Soy un abuelo de 50, de nuevo con bebés en las piernas. Mi amada y yo volvemos a tener niños alrededor.
Vienen días oscuros… mi mujer ha muerto.
Miro hacia el futuro y me dan escalofríos.
Pienso en los años que han pasado, el amor que conocí.
Soy un viejo, una víctima de la naturaleza. Me río ya de mi edad como un idiota.
Mi cuerpo se viene abajo, he perdido toda la gracia y la fuerza que tuve en mejores años.
Y donde tenía el corazón, ahora no que más que una piedra.
Pero aún hay un hombre joven debajo de esta vieja piel.
Un hombre joven que se acuerda de las alegrías, de las penas
que vive y ama, que ama y vive todos los días.
Pienso en lo rápido que se fueron los años.
Pero sé que ya no puedo hacer nada.
Así que abran los ojos, enfermeras. ¡Abran los ojos y miren!
No soy ese viejo gruñón…
Miren más de cerca.
Mírenme a mí.